Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2010

Dolor y arte: Frida Kahlo (Adriana Alicia Wenger )

Transgresora, valiente, feroz, herida, desafiante... imágenes que se suceden y nos golpean de Frida Kahlo. Su pintura es su testimonio: de su lucha, de su sér - con acento como escribía el poeta César Vallejo - enclavada en su tierra y en el tiempo que le tocó vivir. Nació en el año 1907, pero identificada con el nuevo México le gustaba decir que había nacido con la Revolución Mexicana. Su padre fue Guillermo Kahlo, descendiente de judíos húngaros; nació en Alemania. A los 19 años viaja y se instala en México, casándose en segundas nupcias con Matilde Calderón. La tercera de las hijas es Frida, será "la preferida" de su padre. Guillermo Kahlo aprende el arte de la fotografía de su suegro, instalándose como fotógrafo profesional. Esta actividad funcionará para Frida como un razgo que ella extrae y que será eje de su pintura: la serie de auto-retratos que se suceden a lo largo de toda su obra. Con su padre se adentró en el conocimiento de la arqueología y el arte de México y ta

El cine y la identidad latinoamericana: prejuicios y alienaciones (Myung Choi, Ph.D. en Literatura Comparada. Purdue University)

Uno de los temas que atañe a los latinoamericanos que inmigran a los Estados Unidos es el problema de clase, raza, identidad y prejuicio como lo indica la siguiente frase: “Casi todas las personas entrevistadas notaron que lo mejor de los Estados Unidos es […] ‘poder trabajar,’ ‘es mas fácil de lograr lo que uno se propone,’ ‘mejor oportunidad de empleo.’ Mas […] notaron que lo peor de este pais es ‘el racismo’ […] y el prejuicio hacia los latinos” (Oboler 1997: 148) [1]. Sin duda los hispanos, como otras minorías, están destinados a prejuicios. También los clichés o las imágenes que los no hispanos proyectan en conección a los hispanos son más negativos que positivos, como por ejemplo los estereotipos cinematográficos como el payaso (Alfonso Arau en Romancing the Stone), el bufón femenino (Jacqueline Obradors en Six days and Seven Nights), el bandido (Al Pacino en Scarface), y el amante latino (Antonio Banderas en Never Talk to Strangers) (Berg 2006: 68-76). Aunque no exista unanimida

La inmolación por la belleza (Marco Denevi)

El erizo era feo y lo sabía. Por eso vivía en sitios apartados, en matorrales sombríos, sin hablar con nadie, siempre solitario y taciturno, siempre triste, él, que en realidad tenía un carácter alegre y gustaba de la compañía de los demás. Sólo se atrevía a salir a altas horas de la noche y, si entonces oía pasos, rápidamente erizaba sus púas y se convertía en una bola para ocultar su rubor. Una vez alguien encontró una esfera híspida, ese tremendo alfiletero. En lugar de rociarlo con agua o arrojarle humo –como aconsejan los libros de zoología-, tomó una sarta de perlas, un racimo de uvas de cristal, piedras preciosas, o quizá falsas, cascabeles, dos o tres lentejuelas, varias luciérnagas, un dije de oro, flores de nácar y de terciopelo, mariposas artificiales, un coral, una pluma y un botón, y los fue enhebrando en cada una de las agujas del erizo, hasta transformar a aquella criatura desagradable en un animal fabuloso. Todos acudieron a contemplarlo. Según quién lo mirase, semejaba