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Dolor y arte: Frida Kahlo (Adriana Alicia Wenger )

Transgresora, valiente, feroz, herida, desafiante... imágenes que se suceden y nos golpean de Frida Kahlo. Su pintura es su testimonio: de su lucha, de su sér - con acento como escribía el poeta César Vallejo - enclavada en su tierra y en el tiempo que le tocó vivir.

Nació en el año 1907, pero identificada con el nuevo México le gustaba decir que había nacido con la Revolución Mexicana.

Su padre fue Guillermo Kahlo, descendiente de judíos húngaros; nació en Alemania. A los 19 años viaja y se instala en México, casándose en segundas nupcias con Matilde Calderón. La tercera de las hijas es Frida, será "la preferida" de su padre.

Guillermo Kahlo aprende el arte de la fotografía de su suegro, instalándose como fotógrafo profesional. Esta actividad funcionará para Frida como un razgo que ella extrae y que será eje de su pintura: la serie de auto-retratos que se suceden a lo largo de toda su obra. Con su padre se adentró en el conocimiento de la arqueología y el arte de México y también en la técnica de la fotografía. Las minúsculas pinceladas en el retocado de fotografías pasó a formar parte de su estilo. Frida dijo que sus cuadros eran como las fotografías hechas por su padre para servir como ilustración de calendarios; ella pintaba los calendarios que se encontraban dentro de su cabeza.

Un profundo amor y admiración la unía a su progenitor. En cambio, a su madre la definía como fría, calculadora y fanaticamente religiosa. Una de sus obras se titula "Mi nana y yo" y está representada allí la nana indígena que la amamanta y Frida en sus brazos con cuerpo de niña y rostro de mujer grande. No hay contacto a nivel de la mirada, los ojos de Frida miran adultos y profundos hacia adelante. La nana se vuelve la encarnación mítica de las raíces mexicanas, grande, morena, nutriente, emparentada a la tierra, pero también amenazadora, enigmática con su rostro máscara de piedra de Teotihuacan y los ojos vacíos y fijos.

Esta presentación de Frida no es arbitraria o meramente biográfica. Remarca la manera de presentarse de la pintora. Un cuadro sobre sus orígenes representa los abuelos maternos rodeados de símbolos mexicanos y los paternos en relación al océano, la procedencia de otro continente. La composición del cuadro está jugado a la manera de un árbol genealógico, y Frida está representada como una niña de tres años, de pie en el jardín de la Casa Azul de Coyoacán sosteniendo la cinta que enlaza a sus progenitores y abuelos.

Un accidente brutal marca su vida. En 1925 teniendo l8 años viajaba en un camión - que se usaba como transporte público en aquella época- junto a su amigo Alejandro Gómez Arias regresando a Coyoacán despues de haber asistido a la celebración de la independencia mexicana de España. Un tranvía embiste al camión en la mitad curvándose éste más y más hasta estallar en muchos pedazos mientras el tranvía seguía avanzando.

Una de las barras de hierro del tranvía atravieza a Frida de un lado a otro, a la altura de la pelvis. Ella dice: "a mí el pasamanos me atravezó como la espada a un toro". "Perdí la virginidad". Sexo y muerte se entrelazan.

Durante un mes estuvo entre la vida y la muerte, con la columna vertebral rota, la clavícula, las costillas, la pelvis, la pierna y el pie derecho fracturados en diversos lugares.

Encuentro con lo real que marca su vida dividiendo un antes y un después. Se rompe la cubierta imaginaria, las cosas pierden espesor, cuerpo, quedando al desnudo un mundo desprovisto de sentido. La pintura funcionará como marco.

Un año después le escribe a Alejandro:

"¿Por qué estudias tanto? ¿Qué secreto buscas? La vida pronto te lo revelará. Yo ya lo sé todo, sin leer ni escribir. Hace poco, tal vez unos cuantos días era una niña que andaba en un mundo de colores, de formas precisas y tangibles. Todo era misterioso y algo se ocultaba; la adivinación de su naturaleza constituía un juego para mí. ¡Si supieras lo terrible que es alcanzar el conocimiento de repente, como si un rayo dilucidara la Tierra! Ahora habito un planeta doloroso, transparente como el hielo. Es como si hubiera aprendido todo al mismo tiempo, en cosa de segundos. Mis amigas y mis compañeras se convirtieron lentamente en mujeres. Yo envejecí en algunos instantes, y ahora todo es insípido y raso. Sé que no hay nada detrás, si lo hubiera lo vería..."

Ese planeta doloroso, yermo, desolado aparecerá en su obra pictórica pero también la fiereza de una fuerza férrea de presentificarlo y en ese movimiento - vía sublimación - ir más allá de él.

Después del accidente estuvo en cama durante tres meses y aparentemente sana padecía grandes dolores en la columna, el pie derecho y un cansancio constante. Al año es nuevamente internada y recién allí le descubren una fractura en la vértebra lumbar que determina el uso de varios corsés de yeso durante meses. Es allí que empieza a pintar.

A los seis años de edad Frida había tenido poliomielitis en la pierna derecha, la misma que años después sería castigada en el accidente. La niña alegre, travieza se vuelve introvertida. En esa época construye la fantasía de una amiga imaginaria, de la cual habla en su diario explicando el origen del autorretrato doble: "Las dos Fridas":

..."con el dedo dibujaba una "puerta". Por esa "puerta" salía en la iamginación con gran alegría y urgencia. Atravezaba todo el llano que se miraba, hasta llegar a una lechería que se llamaba "PINZON"... Por la "o" de PINZON entraba y bajaba impetuosamente al interior de la tierra, donde "mi amiga imaginaria" me esperaba siempre. No recuerdo su imagen ni su color. Pero sí sé que era alegre, se reía mucho, sin sonidos. Era ágil y bailaba como si no tuviera peso alguno. Yo la seguía en todos sus movimientos y le contaba, mientras ella bailaba, mis problemas secretos. ¿Cuáles?. No recuerdo."

Años después sometida a la inmovilidad para combatir el aburrimiento y olvidar el dolor empezó a pintar:

"Creí tener energía suficiente para hacer cualquier cosa en lugar de estudiar para doctora. Sin prestar mucha atención empezé a pintar". Condenada a un reposo absoluto realiza una operación de sustitución que le abrirá una puerta al mundo, a los otros. Esa "o" que en su infancia era una puerta que accionaba para reunirse con su amiga imaginaria es el marco del cuadro.

Su padre tenía una caja de pinturas al óleo, pinceles y paleta ya que le gustaba dibujar y pintar paisajes.

"Desde niña, como se dice comúnmente, yo le tenía echado el ojo a la caja de colores. No sabría explicar el por qué. Al estar tanto tiempo en cama, enferma, aproveché la ocasión y se la pedí a mi padre. Como un niño, a quien se le quita un juguete para dárselo a un hermano enfermo, me la "prestó". Mi mamá mandó a hacer con un carpintero un caballete...si así se le puede llamar a un aparato especial que podía acoplarse a la cama donde yo estaba, porque el corset de yeso no me dejaba sentar. Así comencé a pintar mi primer cuadro."

Frida dijo que se pintaba a sí misma porque era el motivo que mejor conocía. En principio lo diría así : había una necesariedad en que su pintura pasase por allí.

Toda obra de arte en su universalidad persiste por apresar un real que en la particularidad de sus bordes no cesa de producir goce.

Se le atribuye a Diego Rivera haber contado un diálogo con Picasso donde el genial pintor le decía después de mirar detenidamente una obra de Frida: "Mira estos ojos: ni tú ni yo somos capaces de nada así".

En una oportunidad Frida refiriéndose al momento en que empezó a pintar, le dijo al crítico de arte Antonio Rodríguez: "Desde entonces mi obsesión fue recomenzar de nuevo pintando las cosas tal y como yo las veía, con mi propio ojo y nada más".

Pintándose a sí misma pintó sobre la mujer, sobre el dolor, la soledad, sobre México, su fauna, sus tradiciones, sus habitantes - como alguien dijo: "la más mexicana de los mexicanos" -.

La pintura fue parte de su lucha, de su decisión de dar batalla a la inmovilidad de su convalescencia mientras era sometida a diversas operaciones y a un dolor en muchos períodos intolerable no sólo por cuestiones físicas, sino también por las penas de amor.

La pintura fue una manera de inventarse, profundamente conectada con la vida, con la alegría, con el humor, con las raíces de México, pero también fue un modo de exorcizar el dolor y de hacer tolerable la desesperación.

Así como fueron sus inicios siguió pintando sus autorretratos, mirándose en el espejo. El ángulo en muchos de ellos incluso es el que permite ahorrar movimientos, probablemente por la dificultad y el dolor que le acarreaban. De hecho, llegó a pintar colgada de un aparato para estirar su columna.

Una disgresión teórica ubicando algunos elementos, sin pretender una exposición exhaustiva.

La pintura tensó ese vaivén del i(a) cuerpo propio en relación al i'(a) imagen del otro. En el estadio del espejo la sanción del A permite al infans la decantanción de ese movimiento identificatorio donde el infans anticipa jubilosamente en la imagen del otro la coordinación motriz y la armonía de la que carece. Dentro de la dialéctica del narcisismo este movimiento es constitutivo del yo y fundamentalmente del registro de lo imaginario en los tiempos instituyentes.

¿Podríamos pensar que en este caso se produce una vuelta a los tiempos instituyentes? No exactamente.

Pero sí podemos plantear que el trauma, la inmixión de lo real fue tan brutal que produjo un aplastamiento de lo imaginario.

La pintura en ese vaivén permite un armado, la extracción de un quantum de dolor y también la recreación del espacio donde las cosas vuelvan a tener espesor. La sanción del Otro en este caso en relación a la obra artística sostiene el marco.

Frida nunca llegó a hacer realmente una representación del accidente ya que según dijo era demasiado "complicado" e "importante" como para poder reducirlo a una imagen.

Un dibujo que realiza un año después -"Accidente", 1926- de trazos cortados y desiguales que trasuntan angustia y la utilización de un exvoto del arte popular al cual le hace unos pequeños retoques, aluden al mismo. Los exvotos son cuadros a la manera de ofrendas donde se relata un suceso, se acompaña de una inscripción y la imagen de la Virgen o el santo al cual se agradece la salvación.

Es decir, un dibujo y por otro lado una obra terminada de la cual se apropia, pero no hay una producción personal sobre el hecho mismo.

Pero en un sentido podemos decir que no ha pintado otra cosa que su cuerpo desnudo y herido. Cuenta su amigo Alejandro Gómez Arias que después del choque lo primero que hace es buscar a Frida. Continúa: "Algo extraño pasó. Frida estaba completamente desnuda. El choque desató su ropa. Alguien del camión, propablemente un pintor, llevaba un paquete de oro en polvo que se rompió, cubriendo el cuerpo ensangrentado de Frida y anunció:"¡La bailarina,la bailarina!" Por el oro sobre su cuerpo rojo y sangriento, pensaba que era una bailarina".

Una de sus obras más representativas en este punto es "La columna rota", 1944. Una columna jónica, rota en varios lugares sustituye su columna, un corsé la sostiene recortándose sobre la desnudez de sus pechos, el cuerpo herido y la radical soledad es retomada en el suelo yermo y agrietado, los clavos lastiman su cuerpo en un sufrimiento infinito al modo de un mártir cristiano. En su diario escribe: "La esperanza, conteniendo la angustia; la columna rota y la visión inmensa, sin caminar, por la extensa senda... moviendo mi vida, hecha de acero".

Frida dijo haber tenido dos accidentes graves en su vida, el choque del tranvía y el otro, su encuentro con Diego. Diego Rivera, el genial muralista mexicano con quien se casó, se divorció y se volvió a casar.

Ser la mujer de Diego fue un motor en la vida de Frida. Diego fue su hombre, su niño, su amante, su amigo, su obsesión, su todo. Relación pasional, controvertida de dos titanes.

Construyó un personaje para Diego y para representar teatralmente en la escena del mundo. Por elección y también porque le gustaba a Diego adoptó el "mexicanismo" que a su vez era valorado entre los intelectuales comprometidos con la revolución. Elegía cuidadosamente sus vestidos, sus aretes coloniales, sus collares precolombinos de jade. Trenzaba y peinaba el pelo adornándolo con peinetas, flores.

Frida lo dijo así: "En otra época me vestía de muchacho, con el pelo al rape, pantalones, botas y una chamarra de cuero, pero cuando iba a ver a Diego me ponía mi traje de tehuana".

La ropa fue un lenguaje, parte de la creación de un estilo que se entrelazó a su pintura. El traje de tehuana adquirió una consistencia tal, que a veces lo pintó solo, representándola. A medida que su físico se fue deteriorando, más cuidado y esmero ponía en su arreglo personal. La envoltura debía velar ese real.

Su alegría, su tristeza, su maternidad frustrada, sus celos por las infidelidades constantes de su marido se tradujeron en motivos de sus cuadros. Dice Diego Rivera: " Por otra parte es la primera vez en la historia del arte que una mujer ha expresado con franqueza absoluta, descarnada y, podríamos decir, tranquilamente feroz, aquellos hechos generales y particulares que conciernen exclusivamente a la mujer".

Particularmente sangrientos, chocantes son los cuadros realizados en Detroit después de un aborto. Se razga el velo y emerge lo siniestro que acecha particularmente en la obra de Frida. Lo sangriento, lo sacrificial que se hunde en la tradición azteca aparece en el cuadro, salpicando más de una vez el marco.

Frecuentemente se ha señalado los lazos entre parir y el acto de la creación estética, incluso científica. Esta relación es explícitamente comentada por Frida: "Mi pintura lleva dentro el mensaje del dolor... La pintura me completó la vida. Perdí tres hijos... Todo eso lo sustituyó la pintura. Yo creo que el trabajo es lo mejor".

Por momentos Frida amplió su dolor y sufrimiento exponiéndolo cual un ícono cristiano y a la vez ancestral.

Según testimonios de amigos Frida utilizaba su sufrimiento para obtener ascendiente sobre los seres que quería y para suscitar la atención, no de una manera lastimera, sino desafiante. Según opiniones médicas algunas de sus operaciones habrían sido innecesarias.

Pero también es innegable que su vida se inclinó hacia un progresivo deterioro físico.

La pintura le permitió crear, trazar un borde que cual filigrana enlazase el adentro y el afuera, una torsión, y en ese recorrido el corte, la obra que ya desprendida brilla con luz propia.

En 1953, un año antes de su muerte, Lola Alvárez Bravo organiza en su Galería de Arte Contemporáneo la primera exposición exclusiva sobre Frida en México. Faltando muy poco para la inauguración su salud empeoró de forma tal que los médicos le prohibieron concurrir. Sonaban los teléfonos en la Galería: ¿estaría presente?. Frida hizo llevar su cama de cuatro columnas, enorme, con el esqueleto de Judas suspendido en la parte inferior del dosel y ese último día reacomodaron los cuadros para darle un lugar en la exposición. LLegó en ambulancia en medio del sonar de las sirenas y trasladada a su cama, lujosamente ataviada con ropas mexicanas recibió y saludó a cada uno de sus amigos, cantó y bebió. Seguramente había recibido una importante cantidad de drogas para poder participar.

Cuenta Lola Alvarez Bravo : "Les pedimos a las personas que circularan", críticos, amigos, otros, "una verdadera turba".

Todos los pintores lisiados de México estuvieron presentes saludando a Frida, dice el relato de Andrés Henestrosa: "María Izquierdo llegó sostenida por amigos y familiares, porque era inválida. Se inclinó para besar a Frida en la frente. Goitia, enfermo y fantasmal, surgió de su choza en Xochimilco con su ropa de campesino y larga barba, del mismo modo como Rodríguez Lozano, quien estaba loco. Estuvo presente el Doctor Atl. Tenía ochenta años, una barba blanca y muletas, pues una de sus piernas había sido amputada poco tiempo antes. No obstante, no se veía melancólico. Se agachó sobre la cama de Frida, riéndose bulliciosamente de algun chiste pronunciado frente a la muerte. El y Frida se burlaron del pie inexistente del pintor, y dijo a la gente que no lo consideraran con compasión, pues le volvería a salir otro, mejor que el anterior. Afirmó que la muerte sólo existe si uno deja de imbuirle un poco de vida. Fue como un desfile de monstruos, como Goya, o más bien como el mundo precolombino con su sangre, mutilaciones y sacrificios".

Frida en su cama fue cuadro, pero también punto luminoso de un espéctaculo colorido, brillante y macabro, como fue su obra.

En su diario personal escribió poemas que ilustran algunas de sus cuadros. El último en un lugar separado es "El árbol de la esperanza". Pintó este autorretrato en 1946, después de haberse operado de la columna en Nueva York.

En una carta a una amiga le escribió que era "el resultado de la jija operación". El día y la noche, bajo la luna Frida vestida con un traje rojo de tehuana, un corsé en la mano como un trofeo y otro que apenas asoma, sostiene una bandera con la incripción que le dá nombre a la obra y que provenía de una canción.

La otra mitad del cuadro bajo un sol ardiente es una mujer acostada en una camilla de hospital con dos heridas abiertas, con la misma forma de las "cicatrizotas" que le habían quedado a Frida después de la intervención. El sol en la tradición azteca se alimenta de sangre humana.

El poema dice así:

"La Vida callada...

dadora de mundos.

Venados heridos

Ropas de tehuana

Rayos, penas, Soles

ritmos escondidos

"La niña Mariana"

frutos ya muy vivos,

la muerte se aleja,

líneas, formas, nidos,

las manos construyen

los ojos abiertos

los Diegos sentidos

lágrimas enteras

todas son muy claras

Cósmicas verdades

que viven sin ruidos

Arbol de la Esperanza

mantente firme."


Nota:

- Los escritos de Frida pertenecen a su diario personal que no ha sido publicado en su totalidad.

Obras de consulta:

"Frida: Una biografía de Frida Kahlo", Hayden Herrera. Grupo impresa, S.A., 1993, México.

"Kahlo", Andrea Kettenmann. Taschen.




[*] Adriana Wenger es miembro (A.M.E.) de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, de donde fue extraido el presente artículo. Actualmente dicta el Seminario: El esquema óptico: El fenómeno del doble. La agresividad. El viraje del espejo plano. El e-mail de la autora es: adriana_wenger@yahoo.com.a
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